Agenda Educativa
Orlando Zuleta Araújo
Escritor nacido en San Diego, Cesar.
Autor del libro Liderazgo: Horizonte sin límites.
Publicado por Ediciones SEM, Bogotá, 2005.
“El Liderazgo de Excelencia es humanista, democrático y
participativo. Asume la tarea no solo de reflexionar, sino de contribuir en la
construcción colectiva de una nueva sociedad” Teodoro Montesinos
En nuestro tiempo está de moda hablar de liderazgo. Ya no se
discute la vieja hipótesis que preguntaba si el líder, o los líderes, nacen o
se hacen. Hoy, dentro de un contexto universal, autores de la talla de Peter
Drucker, o David Casares, no cuestionan este asunto porque saben que hay
líderes innatos, pero como los que hay son muy pocos, por tal razón, también
hay que descubrirlos, formarlos y reconocerlos. Y la verdad sea dicha, esta
formación de líderes no se puede dejar como rueda suelta dentro del sistema
educativo, ya que, los elementos básicos deberían figurar en el currículum
oficial en todos los niveles académicos. En este sentido el liderazgo se
debería asumir y convertir en un asunto institucional, y académico-transversal
que vaya desde el prekínder hasta la universidad; y hacer presencia de él, como
una asignatura de contexto en todos los programas de pregrado.
La situación de crisis por la que atraviesa actualmente el
país y el mundo debe servirnos de estímulo para encontrarle solución a nuestros
problemas. De no existir en el mundo social, político y económico las crisis de
valores y de ideas, probablemente no se requeriría de la existencia de líderes.
*Los líderes surgen cuando en las comunidades hay necesidades insatisfechas,
cuando existen conflictos, o simplemente, cuando existen sospechas de un futuro
incierto y un desengaño absoluto por el comportamiento de algunos dirigentes
y/o líderes deshonestos. Vivimos un mundo globalizado, en todos los sentidos,
donde prima la incredulidad y la desesperanza en la mayoría de la gente. Por
ello, es que consideramos que hoy se requiere de grandes oleadas de líderes,
pero de líderes genuinos, con capacidad de resolución. Y como estos no aparecen
por generación espontánea, tenemos la obligación de formarlos con sentido ético
y social para que puedan ejercer un liderazgo con eficacia y dignidad.
Sabemos que los líderes son imprescindibles en las
sociedades saturadas de situaciones problemáticas. En este escenario, es donde
más fructifican y se perfeccionan los procesos de liderazgo. También estamos
convencidos que es en la escuela, en la familia y en la universidad, donde se
debe propiciar la gestación y la apertura de este tipo de liderazgo. Entonces,
los profesores, los administrativos y directivos educativos y padres de
familia, para poder orientar estos procesos ineludiblemente tenemos que ser
líderes eficaces en nuestras propias comunidades, y organizaciones sociales,
para lo cual debemos estar preparados con una voluntad de compromiso y una
proyección histórica.
La escuela y el nuevo liderazgo
El nuevo liderazgo que se forja en la escuela, está fundado
en una educación por competencia, y debe considerar en niños y jóvenes el
desarrollo de algunas capacidades intelectuales, afectivas y de
convivencia;aparte de que el líder sepa que su fuerza no está en sí mismo sino
en su capacidad de interactuar con otros, y poder trabajar en equipos, con
responsabilidad compartida. También sabemos que la escuela es una institución
fundamental de la sociedad, y en cuanto a saberes, es la que establece la
conexión entre lo universal y lo local; constituye el espacio de socialización
por excelencia y, en consecuencia, permite conocer las condiciones del país.
Es aquí en donde los maestros con el quehacer pedagógico en
nuestra propia área, sin que pretendamos ser profesores “sabelotodo” o
“expertos en resarcir entuertos”, sí podemos contribuir en el descubrimiento y
formación de los líderes capaces de superar las tensiones de la globalización
que nos impone la época. Líderes que sean capaces de prescindir de los esquemas
teóricos importados y utilicen su talento en buscar los caminos colombianos,
para una transformación definitiva y sólida de nuestras instituciones. El país
necesita apostar por el logro de unos objetivos estrictamente nacionales, que
respondan a nuestra idiosincrasia y a un desarrollo socioeconómicos concreto.
El maestro en este proceso es un protagonista cuando abre
los espacios democráticos de participación en el aula de clase y educa en
liderazgo; cuando se identifica plenamente con los intereses de sus estudiantes
e interactúa sincrónicamente en la planificación y realización de toda clase de
actividades y eventos escolares; cuando se compromete con la dirección y
ejecución de proyectos pedagógicos de gran impacto social, por ejemplo,
campañas de protección del medio ambiente, de defensa de los derechos y valores
humanos, asesorías en democracia escolar, y lo más importante, la organización
del gobierno escolar en todos sus estamentos.
Este proceso involucra, desde luego, tareas que conllevan a
desplegar actividades académicas que favorecen el desarrollo del pensamiento,
la capacidad para manejar conflictos pacífica y constructivamente, el
mejoramiento del comportamiento ciudadano, el desarrollo de habilidades y
destrezas laborales, de autogestión comunitaria, de relaciones sociales, entre
otras.
A manera de conclusión, me obligo a pensar que es en este
tipo de formación donde está la génesis para el desarrollo de las competencias
técnicas, profesionales, y de liderazgo social y colectivo, que tanto requiere
la sociedad del siglo XXI.
Publicacion: 22/06/2023
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