miércoles, 13 de septiembre de 2023

Opinión / La muerte de un Rey (Miguel López Gutiérrez) / Elizabeth Miranda Guerra

 A propósito de la partida del acordeonero Miguel Antonio López Gutiérrez


La muerte de un Rey

   Elizabeth Miranda Guerra, 

    educadora y escritora.

    Supervisora Distrital de Educación Barranquilla

Barranquilla, martes 12 de septiembre 2023

Doy por hecho, que la madrugada de hoy 12 de septiembre del año 2023, no pudo ser más oscura y silente, allá en mí Valledupar. Todavía, la Sierra Nevada, eterna centinela de la tierra del Cacique Upar, dormía profundamente. Tal vez, un poco cansada, de tanto mirar y vigilar sempiterna a la ciudad y su Río Guatapurí y cuidando el camino de los Arhuacos, nuestros hermanos mayores.  La venció el sueño y no sintió las acompasadas notas del acordeón de Miguel Antonio López Gutiérrez, quien fue a "ponerle" la última serenata de su parte. El quinto “Rey” del Festival de la Leyenda Vallenata murió. 

En el año 1972 “coronaron Rey” al “bigotón” del vallenato. No fue en la tradicional Plaza Alfonso López Pumarejo, sino en el Estadio Chemesquemena.

 La historia del ya renombrado festival se rompe en dos. El casi inmortal palo e´ mango no saludó al “Rey”.   El nuevo “Rey”, quebró la tradición del acordeonero cantante (virtud que no le fue dada a “Migue”, como se le decía), y es por primera vez, que un integrante del conjunto concursante,  fuera del acordeonero, canta. Lo hace Jorge Antonio Oñate González; a quien, al poco tiempo, primero llamaron “El Ruiseñor del Cesar”, “El Jilguero del Cesar” y después de Colombia y después de América.  (Por  ahí tengo un compadre,  Luis Eduardo Martínez Arroyo, "oñatero" de nacimiento y "Coyongalero por adopción" , que le dice “El Jilguero del mundo de la bolita y el bolón”) quien fungió como “guacharaquero” y cantante.

Nadie como Migue “Lópe” (así se dice en mi tierra), para tocar los bajos con tanta maestría y audacia. Esas habilidades, del gran Rey y maestro, llevaron a Jorge Oñate, a lanzar la frase: “oigan... los  bajo de Miguel “Lope”, con un pícaro doble sentido, para empequeñecer y atormentar a los otros acordeoneros, cuando en las producciones musicales, en parranda o presentaciones en casetas, “Migue”, se fajaba a hacer “hablar” cadenciosamente los bajos.

El “quinto Rey de la Leyenda Vallenata”, Miguel Antonio López Gutiérrez, compartió su vida con “tres reinas” oficiales, con quienes tuvo una prole numerosa (doce entre las tres, seis hombres y seis mujeres).

Su “majestad el Rey”, coronado en 1972, no tenía castillos, ni fortalezas.  Su armadura era un acordeón. No libró guerras ni batallas, para despojar a nadie de sus tierras, no colonizó, no invadió. No emprendió cruzadas. No tuvo lacayos ni súbditos ni ejércitos.  Tuvo seguidores, defensores de su estilo y fanáticos y verdaderos amigos.  No tenía abolengo pero sí su DINASTÍA. No era de sangre azul sino de pueblo. El "Rey", no tenía nombre de Rey.

No andaba en diligencias con espada al cinto. Un  El “Rey”, era un hombre afable, sencillo. Nunca se sintió superior a nadie. 

El “Rey”, reinó en su finca “La Providencia”, por lo cual decía: “Siempre me gustó la agricultura y allá me siento feliz, rodeado de la naturaleza y de ratos de tranquilidad. Puedo decir que he tenido una vida grata, y, gracias a Dios, han reconocido mi aporte a la música vallenata, que se creció con el paso de los años”.

El “Quinto Rey del Festival Vallenato”, Miguel Antonio López Gutiérrez, no es mitológico, pero sí LEYENDA.

 

¡El “Rey” NO ha muerto...! ¡Viva el Rey...!


Fotos Fundación Verde Biche / William De Ávila Rodríguez


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