Un
viejo palo de mango filipino, sembrado en 1992 por la profesora Ruth Estela
Cardona Diaz, es el único vestigio que queda de la antigua Institución
Educativa Alfonso López Pumarejo. El testigo de los juegos, las carreras y el
compartir de meriendas de los estudiantes en los recreos permanece ahí,
sujetado en el tiempo, inamovible, ajeno a lo que sucede a su alrededor, a la
historia que allí se teje.
La
entrada de las volquetas con arena y demás materiales de construcción le han
dejado unas cuantas capas de polvo al árbol. Desde hace unos meses no se
escucha el bullicio de los estudiantes, ni los llamados de atención de los
profesores, el timbre de cambio de clases, como tampoco las prisas de los
alumnos por disfrutar hasta el último momento el recreo.
Trabajadores
ataviados con cascos de protección deambulan por el sitio. Las grúas entrando y
saliendo; los golpes en seco e insistentes de los soldadores sobre las
estructuras de hierro ahora son los dueños del lugar. Hay otros barullos y
también ilusión de ver terminado lo que allí se construye. Los cientos de
trabajadores, desde quien reparte el agua, albañiles, conductores, celadores,
profesionales en seguridad, hasta trabajadoras sociales, inspectores,
directores, residentes e ingenieros saben la responsabilidad que tienen en sus
manos. Le han puesto el alma al proyecto.
Sobre
los terrenos de lo que antes era la Institución Educativa se erige una
imponente obra, revolucionaria y futurista: El Plan de Infraestructura
Educativa, PIE, del gobierno que lo hace mejor.
Promesas que se cumplen
A
Robinson Fernández Pereira, rector de la Institución Educativa Alfonso López,
se le quiebra la voz al recordar cómo se inició el proceso de remodelación del
colegio. “Cuando el gobernador Luis Alberto Monsalvo nos visitó se percató del
hacinamiento que teníamos y prometió solucionarnos el problema. Él supo
interpretar nuestras necesidades y hoy con esta majestuosa obra queda más que
demostrado. No tenemos palabras para agradecer este nuevo colegio, el
gobernador Luis Alberto Monsalvo nos hizo posible este sueño”, dice con una
emoción que contagia.
En
la visita a la nueva infraestructura, que será entregada a la comunidad
educativa de Valledupar los próximos meses, dos estudiantes de undécimo grado
comprobaron los avances de la edificación. Si por ellos fuese, extenderían el
curso académico hasta finales de diciembre para disfrutar de su nuevo colegio.
De
esos salones apretujados y soporíferos del pasado solo quedan los recuerdos que
se disipan entre sentimientos encontrados de quienes se van sin poder disfrutar
al máximo la megaobra y la satisfacción de que lo harán los compañeros de
decimo hacía abajo.
“Con
esta edificación se lleva a la educación a un nivel superior, no podemos estar
más fascinados de comprobar el cambio de nuestra Institución”, dice estudiante
Luis Felipe Contreras Corredor.
La
felicidad para los estudiantes de la Institución Educativa Alfonso López
Pumarejo tiene nombre propio: el Plan de Infraestructura Educativa, los selfis
en las nuevas aulas, volver a ver el palo de mango, donde se construye la nueva
historia de las nuevas generaciones de Valledupar, donde empezó todo, entre
ellas la ilusión.
Fuente
y fotos: Oficina de Prensa de la Gobernación del Cesar
No hay comentarios:
Publicar un comentario