De
Ledo Ivo
PLENILUNIO
Traducción de Martín López-Vega
Barcelona: Vaso Roto Ediciones, 2010.
129 p. ISBN 978-84-936423-6-5
SONETO DA NEVE
Quando te amo, penso sempre na neve,
em uma neve branca como o esperma.
Penso sempre na neve quando te possuo,
ver a neve que cai entre as bétulas.
Em minha meninice sempre desejei
ver a neve cair, atravessar a branca
escuridão da neve que, entre o dia e a noite,
devolve ao mundo negro um branco seminal.
Eu sempre desejei que o mundo fosse a alvura
da neve, da brancura virginal
do alvo lençol imune a qualquer mácula.
E a neve cai em mim e cai na desolada
noite escura da alma, a neve do silencio,
a imaculada e frígida alvura do nada.
SONETO DE LA NIEVE
Cuando te amo, pienso siempre en la nieve,
en una nieve tan blanca como el esperma.
Pienso siempre en la nieve cuando te poseo,
en la nieve blanca que cae entre los abedules.
En mi infancia siempre deseé
ver la nieve caer, atravesar la blanca
oscuridad de la nieve que, entrre el día y la noche,
devuelve al mundo negro un blanco seminal.
Siempre deseé que el mundo fuera la blancura
perfecta de la nieve, la blancura virginal
de la blanca sábana inmune a cualquier mancha.
Y la nieve cae en mí y en la desolada
noche oscura del alma, nieve del silencio,
inmaculada y frígida albura de la nada.
A MUDANÇA
Mudo todas as horas.
E o tempo, sem demora,
muda mais do que fia.
Mudo mas permaneço
bem longe das mudanças.
Como uma flor, floresço.
Sou pétala e esperança.
Mudo e sou sempre o mesmo,
igual a um tiro a esmo.
Como um rio que corre.
Sem sair de onde estou,
de tanto mudar sou
o que vive e o que morre.
EL
CAMBIO
Cambio cada día.
Cambio a cada hora.
Y el tiempo, sin demora,
cambia más de lo que fía.
Cambio pero permanezco
bien lejos de todo cambio.
Como una flor, florezco.
Soy pétalo y esperanza.
Cambio y soy simpre el mismo,
igual que un disparo al azar.
Como un río que corre.
Sin salir de donde estoy
de tanto cambiar soy
el que vive y el que morre.
De
Ledo Ivo
CALIMA
Traducción de Martín López-Veja
Barcelona: Vaso Roto Ediciones, 2011.
129 p. ISBN 978-84-15168-08-9
O DIA INACABADO
Como todos os homens, sou inacabado.
Jamais termino de ser.
Após a noite breve um longo amanhecer
me detém no umbral do dia.
Perco o que ganho no sonho e no desejo
quando a mim mesmo me acrescento.
Toda vez que me somo, subtraio-me,
uma porção levada pelo vento.
Incompleto no dia inacabado,
livre de ser ainda como e quando,
sigo a marcha das plantas e das estrelas.
E o que me falta e sobra é o meu contentamento.
EL
DÍA INACABADO
Como todo hombre, estoy inacabado.
No acabo nunca de ser.
Tras la noche breve un largo amanecer
me detiene en el umbral del día.
Pierdo cuanto gano en el sueño y el deseo
cuando a mí mismo me añado.
Cada vez que me sumo, me resto:
fragmento soy llevado por el viento.
Incompleto en el día inacabado,
libre aún de ser cómo y cuándo,
sigo la marcha de las plantas y las estrellas.
Y cuanto me falta y sobra es mi satisfacción.
FIRMAMENTO
No dia cheio de estrelas
como a noite aguardo o vinto
que vai espalhar a minha alma
no firmamento.
Na noite da ventania
a morte será um frêmito,
o luzir de uma luz negra
no firmamento.
E tudo será silêncio
e será esquecimento
na eternidade da noite
e do vento.
FIRMAMENTO
En el día lleno de estrellas
como la noche espero el viento
que esparcirá mi alma
por el firmamento.
En la noche de galerna
la muerte será un estremecimiento,
el resplandor de una luz negra
en el firmamento.
Y todo será silencio,
y todo será olvido
en la eternidad de la noche
y del viento.
De
Ledo Ivo
RUMOR NOTURNO
Traducción de Martín López-Vega
Barcelona: Vaso Roto, 2009
228 p. ISBN 978-84-935842-7-6
O JOGO
No dia perdido, no dia estilhaçado,
tudo é dividido ou multiplicado.
O eu e eu duplo atravessam a praça
colados numa efígie de moeda ou selo.
O uno vira triplo no alto da escada
e se derrete ao sol como uma pedra de gelo.
O singular é plural. O vento varre
o tombadilho do navio ancorado
e um fanal de espuma aponta o momento
da última pá de cal. Então o todo e a parte
se fundem afinal em ninguém e em nada.
EL
JUEGO
En el día perdido, en el día hecho astillas,
todo se divide o se multiplica.
El yo y su doble atraviesan la plaza
pegados en una efigie de moneda o sello.
Lo uno se vuelve triple al subir la escalera
y se derrite al sol como una piedra dy hielo.
Lo singular es plural. El viento barre
la cubierta del navío anclado
y un fanal de espuma señala el momento
de la última pala de cal. Entonces el todo y la parte
se funden por fin en nadie y en nada.
OS POEMAS
É meu corpo que escreve os meus poemas.
Minha alma é a sucursal da minha mão.
As palavras me buscam no silêncio.
Palavras são estrelas que reclamam
o papel branco: céu, constelação.
LOS
POEMAS
Es mi cuerpo quien escribe mis poemas.
Mi alma es una sucursal de mi mano.
Las palabras me buscan en el silencio.
Las palabras son estrellas que reclaman
un papel en blanco: cielo, constelación.
De
Lêdo Ivo
LA
ALDEA DE SAL
Selección y traducción de
Guadalupe Grande y Juan Carlos Mestre
Madrid: Calambur Poesía 95, 2009.
188 p. ISBN 978-84-8359-246-8
AS ILUMINAÇÕES
Desabo em ti como um bando de pássaros.
E tudo é amor, é magia, é cabala.
Teu corpo é belo como a luz da terra
na divisão perfeita do equinócio.
Soma de céu gasto entre dois hangares,
és a altura de tudo e serpenteias
no fabuloso chão esponsalício.
Muda-se a noite em dia porque existes,
feminina e total entre os meus braços,
como dois mundos gêmeos num só astro.
LAS
ILUMINAÇÕES
Me derrumbo en ti como una bandada de pájaros.
Y todo es amor, es magia, es cábala.
Tu cuerpo es bello como la luz de la tierra
en la frontera perfecta del equinoccio.
Suma del cielo consumado entre dos hangares,
eres la altura de todo y serpenteas
en los fabulosos esponsales de la tierra.
Se transforma la noche en día porque existes,
femenina y total entre mis brazos,
como dos mundos gemelos en un solo astro.
PRIMEIRA LIÇÃO
Na escola primária
Ivo viu a uva
e aprendeu a ler.
Ao ficar rapaz
Ivo viu a Eva
e aprendeu a amar.
E sendo homem feito
Ivo viu o mundo
seus comes e bebes.
Um dia num. Muro
Ivo soletrou
a lição da plebe.
E aprendeu a ver.
Ivo viu a ave?_
Ivo viu o ovo?
Na nova cartilha
Ivo viu a greve
Ivo viu o povo.
PRIMERA
LECCIÓN
En la escuela primaria
Ivo vio la uva
y aprendió a leer.
Al hacerse muchacho
Ivo vio a Eva
y aprendió a amar.
Y ya un hombre
Ivo vio el mundo
sus alimentos y bebidas.
Un día en un muro
Ivo deletreó
la lección de la plebe.
Y aprendió a ver.
¿Ivo vio el ave_
¿Ivo vio el huevo_
En la nueva cartilla
Ivo vio la huelga
Ivo vio el pueblo.
De
Lêdo Ivo
MÍA PATRIA HÚMEDA / MINHA PÁTRIA ÚMIDA
Veracruz, México: Cuadernos de Veracruz, 2006
107 p.
SONETO DO AMANHECER
O DIA
Sem mancha
Que tisne
Sua alvura
De cisne
Imaculado
Muro branco
Branco
De luz
E cal
Na pura
Brancura
Da manhã
De sal
SONETO DEL AMANECER
EL DÍA
Sin mancha
Que tizne
Su albura
De cisne
Inmaculado
Muro blanco
Blanco
De luz
Y cal
En la pura
Blancura
De la mañana
De sal
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O LADRÃO
QUANDO deixei Maceió, fechei a porta do mar
E enxotei os navios que insistiam em seguir-me.
Tive de aninhar o vento nos corredores
Das casas brancas que guardam lacraias.
Mas o mar me acompanhou até nos sonhos,
Igual ao sol azul que sustenta o mormaço.
O vento veio voando e era um bando de pássaros.
A chuva da minha infância continua caindo
Com o seu séquito de tanajuras e caranguejos.
Até as dunas caminham ao meu encontro
E me rodeiam, exigindo que eu devolva
A chave de areia e o oceano roubado.
EL LADRÓN
CUANDO dejé Maceió, cerre la puerta del mar
Y ahuyenté los navíos que insistían en
seguirme.
Tuve que anidar el viento en los corredores
De las casas blancas que guardan alacranes.
Pero el mar me acompañó hasta en sueños
Igual al sol azul que sustenta el bochorno.
El viento vino volando y era un bando de
pájaros.
La lluvia de mi infancia continúa cayendo
Con su séquito de hormigas voladoras y
cangrejos.
Hasta las dunas caminan a mi encuentro
Y me rodean, exigiéndome que devuelva
La llave de arena y el océano robado.
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A CARGA
UMA rua me conduzia até o porto.
E eu era a aruá com as suas janelas dilaceradas
E o sol depositado na areia materna.
Eu levava para a beira do mar tudo o que surgia
À minha passagem: portas, rostos, vozes,
colônias de cupim e
Réstias de cebola que amadureciam na sombra
Dos armazéns providos. E sacos de açúcar. E as
chuvas
Que haviam enegrecido os telhados das casas.
Era um dia de dádivas. Nada estava perdido.
As ondas celebravam a beleza do mundo.
A terra ostentava a promessa de vida.
E eu depositava a minha leve carga
Nos porões dos navios enferrujados.
LA CARGA
UMA calle me conducía hasta el puerto.
Y yo era la calle con sus ventanas destrozadas
Y el sol depositado en la arena materna.
Llevaba hacia la orilla del mar todo lo que
surgía
A mi paso: puertas, rostros, voces, colonias de
termitas y
Ristras de cebolla que maduraban en la sombra
De próvidos almacenes. Y sacos de azúcar. Y las
lluvias
Que habían ennegrecido los tejados de las
casas.
Era día de dádivas. Nada estaba perdido.
Las olas celebraban la belleza del mundo.
La tierra ostentaba la promesa de la vida.
Y yo depositaba mi leve carga
En los sótanos de oxidados navíos.
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LOS MURCIÉLAGOS
Versión de José Emilio Pacheco
En la cornisa de la aduana se
ocultan los murciélagos.
Pero ¿dónde se esconden los
hombres
que vuelan en tinieblas toda su
vida y se estrellan
en la blancas paredes del amor?
La casa de nuestro padre estaba
llena de murciélagos:
Candelabros pendientes de las
vigas, sostén
del techo amenazado por la
lluvias.
“Estos hijos nos sorben la
sangre”, se quejaba mi padre.
¿Quién lanzará la primera piedra
contra este mamífero
que, como el hombre, se alimenta
de la sangre
(¡hermano! hermano!) y exige,
comunitario,
aun en tinieblas el sudor de su
prójimo?
En la aérola de un seno joven
como la noche
se esconde el hombre, guarda su
amor,
como si fuera oro, en su almohada
o a la luz de un farol.
El murciélago duerme como péndulo
y guarda nada más el día
ofendido.
A mis ochos hermanos y a mí nos
legó nuestro padre
su casa en la que por la noche
caía la lluvia entre las tejas
rotas.
Pagamos la hipoteca y conservamos
los murciélagos.
Ahora se debaten en nuestros
muros,
ciegos como nosotros.
LOS POBRES EN LA CENTRAL DE AUTOBUSES
Versión: Margareth Cuellar
Los pobre viajan, en la central
de autobuses
levantan los cuellos, como gansos
para mirar
los letreros del autobús.
Sus miradas
son de quien teme perder alguna
cosa:
la valija que guarda un radio de
pilas y una chaqueta
que tiene el color del frío en un
día sin sueños,
el sándwich de mortadela en el
fondo de la bolsa,
el sol del suburbio y polvo más
allá de los viaductos.
Entre el rumor de los
altoparlantes y el acelerar del autobús
temen perder su propio viaje
oculto en la niebla de los
horarios.
Los que dormitan en los asientos
despiertan asustados,
aunque las pesadillas sean
privilegio
de los que abastecen los oídos y
el tedio de los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el
algodón que tapa la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un
aire grave
que une temor, impaciencia y
sumisión.
¡Qué grotescos los pobres! ¡Y
cómo sus olores
Incomodan la noción de la
conveniencias, no saben comportarse.
El dedo sucio de nicotina
restriega el ojo irritado
que del sueño retuvo apenas la
legaña.
Del seno caído y dilatado escurre
un hilillo de leche
hacia la pequeña boca habituada
al llanto.
En la plataforma van y vienen,
corren, aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas inconvenientes en
las ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las
revistas con el aire de espanto
de quien no sabe el camino del
salón de la vida.
¿Por qué ese ir y venir? Y esas
ropas extravagantes,
esos amarillos de aceite de
palmera que duelen a la vista delicada
del viajante obligado a soportar
tantos olores incómodos.
¿Y esos rojos contundentes de
feria y parque de diversiones?
Los pobre no saben viajar ni
vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen
noción del bienestar
aunque algunos poseen hasta
televisión.
La verdad es que los pobres no
saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte
fea y poco elegante).
En cualquier lugar del mundo
incomodan,
… viajeros inoportunos que ocupan
nuestros lugares aunque viajemos
sentados y
… ellos de pie.
ASILO SANTA LEOPOLDINA
Traducción de Stefan Baciu y Jorge Lobillo
Todos los días vuelvo a Maceió.
Llego en navíos desaparecidos, en trenes sedientos.
En aviones ciegos que sólo aterrizan al anochecer.
En los estrados de las plazas blancas pasean cangrejos.
Entre las piedras de las calles escurren ríos de azúcar
fluyendo dulcemente de los sacos almacenados en los trapiches
y clarean la sangre vieja de los asesinados.
Luego que desembarco tomo el camino del hospicio.
En la ciudad donde mis ancestros reposan en cementerios marinos
sólo los locos de mi infancia continúan vivos a mi espera.
Todos me reconocen y me saludan con gruñidos
y gestos obscenos o ruidosos.
Cerca, en el cuartel, la corneta que chilla
separa la puesta de sol de la noche estrellada.
Los locos lánguidos bailan y cantan entre las gradas.
¡Aleluya! ¡Aleluya! Más allá de la piedad
el orden del mundo brilla como una espada.
Y el viento del mar océano inunda mis ojos de lágrimas.
EL PÁJARO MUERTO
Traducción: Francisco Cervantes
La santidad del mundo se me
aparece
bajo la forma espantada de
ardilla
que me contempla entre los
arbustos.
Debo esta aparición al Dios que
me creó
y me hace notar lo menudo y lo
insólito.
El polvillo en el ala de la
mariposa,
En la lluvia radiante.
Me agacho y agarro el pajarito
muerto
que ni la nieve supo guardar.
¿Por qué lo has matado, dios del
frío,
que, en la noche de Nueva York,
unes a hombre y mujer?
Como una hormiga, espero a que
pase el tren
para atravesar
las vías ensangrentadas del óxido
y, diamantero, amo lo que el
tiempo hizo
sin que fuese necesario herir o
insultar;
ola en la plancha putrefacta de
un navío
o el fulgor de un diamante.
A esa forma de perfección,
luminosa y fría
es a la que aspiro a veces
cuando, en el banco de un parque,
veo a un pajarito muerto
u, hombre, soy una ardilla que
las ardillas
vienen a mirar con sorpresa.
A los cielos, que guardan el
granizo y la pedrisca,
pido la no implantación del sello
funerario.
¿Pero cómo ese dios sordo me
oiría?
¿Cómo sus ojos vacíos, de qué
modo
m adivinaría? Y las hojas caen,
deslavadas, y el otoño
es viento y putrefacción.
A LA PATRIA
Versión:Héctor Carreto
Esta noche, en Toronto, junto a un lago de hielo
que es inmune al graznido de los gansos,
una patria ofendida surge de lo oscuro
y sale a mi encuentro con su sol y andrajos.
A su alrededor están los habitantes
del suelo silencioso de los mangles, la señal del semáforo
que como un ave se estremece en la marejada
y los mendigos que esperan la muerte bajo el paso a desnivel.
Mientras camino bajo la nieve de esta noche extranjera,
entre la sílabas negras de los frígidos pinos,
murmuro al viento tu nombre devastado.
Oh patria desamada, oh ramera,
mientras más me distancio, tu espina
más punza en mi mano inútil y helada.
EL PORTÓN DE LA NOCHE
Versión: Rubén Mejía
El portón permanece abierto el
día entero,
pero en la noche y o mismo lo
cierro.
No espero a ningún visitante
nocturno
a no ser el ladrón que salta el
muro de los sueños.
La noche silenciosa que me hace
escuchar
el nacimiento de los manantiales
en los bosques.
Mi cama, blanca como la Vía
Láctea,
es angosta para mí en la noche
negra.
Ocupo todo el espacio del mundo:
mi mano desatenta
Derriba una estrella y ahuyenta
un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a
las lechuzas
que, en las ramas de los cedros,
rumian el enigma
del día y de la noche paridos por
las aguas.
En mi sueño de piedra quedo
inmóvil y viajo:
soy el viento que palpa las
alcachofas
y enmohece los arreos colgados en
el establo,
soy la hormiga que, guiada por
las constelaciones,
aspira los perfumes de la tierra
y del océano.
Un hombre que sueña es todo lo
que no es:
el mar dañado por los navíos,
el silbido negro del tren entre
hogueras,
la mancha que ennegrece el tambor
de querosén.
Cierro el portón antes de dormir,
mas en el sueño se abre. Quien no
vino de día
pisando las hojas secas de los
eucaliptos
viene de noche, pues conoce el
camino, al igual que los muertos
que aún no han venido, pero saben
dónde estoy,
—cubierto por una mortaja, como
todos los que sueñan
y se agitan en la oscuridad,
gritando las palabras
que huyeron del diccionario y
fueron a respirar el aire de la noche que huele a jazmín
y al dulce estiércol fermentado.
Los visitante indeseables
atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el
paso de la brisa, rodeándome.
¡Oh misterio del mundo, ningún
candado cierra el portón de la noche!
Fue vano pensar que el anochecer
dormiría solo,
protegido por el alambrado de
púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñas con
los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa
destruye los muros levantados por los hombres.
Aunque mi portón va a amanecer
cerrado,
sé que alguien lo abrió en el
silencio de la noche
y participó en la oscuridad de mi
sueño inquieto.
LA QUEMA
Versión: Rubén Mejía
Quema todo lo puedas:
las cartas de amor
las cuentas telefónicas
la lista de la ropa sucia
las escrituras y los certificados
las indiscreciones de los colegas resentidos
la confesión a medias
el poema erótico que ratifica la impotencia
y anuncia la arterioesclerosis
los recortes antiguos y las fotografías amarillentas.
No dejes a los herederos hambrientos
Ninguna herencia de papel.
Sé como los lobos: habita en una cueva
Y sólo muestra a la canalla de las calles tus dientes afilados.
Vive y muere encerrado como un caracol.
Di siempre no a la escoria electrónica.
Destruye los poemas inacabados, los esbozos,
las variantes y los fragmentos
que provocan el orgasmo tardío de los filólogos y académicos.
No dejes a los catadores de basura literaria ninguna migaja.
No confíes a nadie tu secreto.
La verdad no puede ser dicha.
Extraídos de: La Tierra Allende; antología poética 1944-2005.
Edición bilingüe. México: Libros 1001 Lo Poesible, 2005, con la
debida autorización del autor.
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